Los roles de género: construcciones sociales que nos enseñan quién somos y cómo nos comportamos

Una mezcla de roles y objetos masculinos y femeninos tradicionales
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Los roles de género son una construcción social que nos enseña quién somos y cómo nos comportamos. Estas expectativas sobre cómo deben ser las personas varones y femeninas se aprenden desde la niñez y pueden variar según la cultura, historia y lugar donde vivimos.

En este artículo, vamos a analizar los roles de género y cómo estos patrones influencian nuestra conducta y nuestros valores. Vemos que estos estereotipos no son más que constructos sociales que hemos aprendido a través del proceso de socialización desde la infancia hasta la adultez.

Índice

Lo que son los roles de género

Los roles de género se refieren al conjunto de ideas, comportamientos o formas de expresión asociadas al género. Estos patrones comportamentales se han construido en base a lo que se espera de nosotros en función de nuestro género. La sociedad ha categorizado normativamente estos roles en una forma binaria: hombre y mujer. Sin embargo, la identidad de género no binaria existe y es aquella que no se puede encuadrar ni en lo femenino ni en lo masculino.

La sociedad ha establecido estereotipos sobre características personales, comportamientos domésticos y profesiones/laboral asociados al género. Estos estereotipos han sido definidos por la patriarquía y el machismo, lo que ha llevado a la mayoritación de los roles de género femeninos ser considerados debilitantes y emocionales, mientras que los masculinos son vistos como fuertes y valiosos.

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Aprendizaje a través del proceso de socialización

Los roles de género son aprendidos a través del proceso de socialización, desde la infancia hasta la adultez. La sociedad ha establecido estereotipos sobre características personales, comportamientos domésticos y profesiones/laboral asociados al género.

Se han identificado cuatro tipos de roles de género: 1) Características personales: variables de personalidad como la extroversión o la seguridad en uno mismo. 2) Comportamientos domésticos: cómo hombres y mujeres manejan las gestiones domésticas y del día a día. 3) Profesiones y mundo laboral: la separación de ocupaciones o empleos para mujeres y para hombres. 4) Estereotipos culturales: representaciones culturales de lo que es propio de cada género.

Características personales y estereotipos asociados al género

En cuanto a las características personales, se han aprendido estereotipos sobre la personalidad según el género. Por ejemplo, se espera que las mujeres sean emocionales, sensibles y creativas, mientras que los hombres deben ser racionales, resistentes y lógicos. En este sentido, se considera que las mujeres son más propensas a ser sentimentalistas, mientras que los hombres deben esforzarse por no demostrar demasiado sentimiento. Esto nos lleva a pensar en la idea de que las emociones están correlacionadas con el género y que lo femenino está más relacionado con el sentimiento.

Además, se han establecido estereotipos sobre la capacidad intelectual según el género. Se cree que las mujeres son más propensas a dominar áreas como la educación, la medicina o la enfermería, mientras que los hombres deben estar en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemáticas (STEM). Esto ha llevado a la desigualdad salarial y a la exclusión de las mujeres en campos laborales más remunerados.

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Comportamientos domésticos y profesiones/laboral relacionadas con el género

En cuanto a la separación de ocupaciones o empleos para hombres y mujeres, este patrón es especialmente notable en las sociedades occidentales. Historicamente, las mujeres han sido descritas como "caseras" y se les ha asignado un papel fundamental dentro del hogar, mientras que los hombres han sido vistas como proveedores y protagonistas en el mundo laboral. Todavía hoy, la mayoría de las voces del poder y la autoridad están en manos de hombres, lo que refleja una mayor representación masculina en puestos políticos, empresariales y profesionales.

La persistencia de estas divisiones entre géneros no solo refleja estereotipos sobre características personales y comportamientos domésticos, sino también cómo se establecen expectativas y roles para hombres y mujeres en el ámbito laboral. Por ejemplo, a los hombres les está visto como natural que tengan carreras profesionales en áreas como la tecnología o la finanza, mientras que las mujeres están más representadas en ocupaciones relacionadas con la enseñanza, la asistencia médica y otros campos considerados "de cuidado".

Estereotipos culturales y patrones comportamentales

En la cultura occidental, se ha establecido una estructura de género que define lo que es masculino y lo que es femenino. Por ejemplo, las mujeres suelen ser vistos como más emocionales, mientras que los hombres son considerados como más racionales. Esto no significa que estas características no sean comunes en ambos géneros, pero se han estigmatizado de manera diferente. Las jóvenes niñas suelen jugar con muñecas y vestidos, mientras que los niños varones están orientados hacia juguetes bélicos y vehículos.

Además, la cocina y la limpieza son consideradas tareas femeninas, mientras que la tecnología y el hardware computacional suelen ser vistas como responsabilidades masculinas. Estos estereotipos se han consolidado no solo en Occidente, sino que también en otras culturas y sociedades. En algunas sociedades, las mujeres están destinadas a roles tradicionales, mientras que los hombres tienen una influencia más grande en la política y la economía.

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La identidad de género no binaria: una construcción social invisible

Personas no binarias en diversas etapas de la vida cotidiana con líneas de género borrosas.

La sociedad ha categorizado normativamente los roles de género en dos opciones: hombre o mujer. Sin embargo, esta visión reducida y restrictiva no refleja la complejidad de las identidades de género que existen más allá de esta dicotomía. La identidad de género no binaria es aquella que no se puede encuadrar ni en lo femenino ni en lo masculino, y que rechaza la idea de que el género solo pueda ser uno u otro.

En la actualidad, muchos individuos no se sienten acomodados dentro del marco binario tradicional. Estos individuos experimentan una sensación de disonancia entre su identidad y el género asignado al nacer. Algunos pueden sentirse como hombres o mujeres cisgénero (aquellas personas cuyas experiencias y identidades se alinean con las expectativas del género que les fue asignado al nacer), pero otros pueden sentirse no binarios, transgénero o en otra categoría de género. Es importante reconocer la complejidad de estas identidades y los desafíos que enfrentan aquellos que no se sienten acomodados dentro del marco binario.

La sociedad ha construido una invisibleidad alrededor de las identidades no binarias, relegándolas a un estado latentemente invisible. La invisibilidad no solo refleja la falta de comprensión y aceptación hacia estas individuos sino también la falta de representación en espacios públicos y privados. Es fundamental reconocer y respetar la diversidad de género que existe más allá del marco binario, y crear un ambiente acogedor y inclusivo para aquellos que no se sienten acomodados dentro de este marco.

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La construcción patriarcal y machista detrás los roles de género

La sociedad ha establecido estereotipos sobre características personales, comportamientos domésticos y profesiones/laboral asociados al género. Estos estereotipos han sido definidos por la patriarquía y el machismo, lo que ha llevado a la mayoritación de los roles de género femeninos ser considerados debilitantes y emocionales, mientras que los masculinos son vistos como fuertes y valiosos. La construcción patriarcal se basa en la supremacía masculina, donde el papel del hombre es dominante y protectoro hacia las mujeres.

La cultura machista ha llevado a una separación radical de tareas y funciones entre hombres y mujeres, lo que implica que los varones están destinados a ser cabeza de familia y proveedores económicos, mientras que las mujeres se enfocan principalmente en la educación y el cuidado domestico. Esta división de roles ha llevado a una desigualdad significativa en la participación laboral femenina y masculina. Por ejemplo, las mujeres están menos representadas en puestos de liderazgo y ganancias más bajas que sus pares masculinos.

Revisión crítica de los roles de género

Aunque la concepción binaria de género ha sido criticada por su limitación y falta de precisiones en diversas culturas y épocas, es común que sigue siendo una construcción social dominante en nuestra sociedad. Sin embargo, esta visión simplista de dos géneros como opuestos y excluyentes no puede ser el único panorama posible. La identidad de género no binaria existe y es aquella que no se puede encuadrar ni en lo femenino ni en lo masculino.

El problema radica en la construcción socio-cultural de los roles de género, que ha sido hecha a partir de estereotipos y expectativas arbitrarias. La sociedad ha establecido categorías rígidas y no flexibles sobre quién puede hacer qué y cómo deben sentirse, hablar, pensar o comportarse las personas en función de su género. Estos patrones socio-culturales han sido criticados por ser limitantes y opresivos, ya que fomentan la uniformización y la exclusión a aquellos que no se ajusten a los estereotipos asignados.

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Conclusión

Finalmente, es imperativo reconocer la plasticidad y flexibilidad en el desarrollo de roles de género. Es necesario romper con los estereotipos y patriarcales que nos han condicionado a una forma determinada de ser y comportarnos. De esta manera, podemos crear un contexto social más aceptable y inclusivo para las personas que no se ajustan a los roles tradicionales del género.

Es fundamental promover educación en valores de diversidad, respeto y equidad para generar un proceso de cambio personal y colectivo. Los cambios en la construcción social de los roles de género requieren de acciones concretas y sostenidas para abrazar y valorizar las diferencias individuales y grupal. Al hacer esto, podemos lograr una sociedad más justa y armónica.

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Jorge Ramirez

Graduado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid. Se especializó en filosofía de la ciencia con un posgrado en Investigación Filosófica en la Universidad Complutense de Madrid y un máster en Epistemología en la Universidad de Salamanca. Posteriormente, profundizó en la ética y la filosofía política mediante un máster en Filosofía Social en el Centro de Estudios Avanzados en Humanidades. Filósofo con más de 12 años de experiencia en la investigación y enseñanza de la filosofía, tanto en instituciones académicas como en foros internacionales.

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